Los orígenes de la galleta se remontan 10.000 años atrás, cuando nuestros antepasados descubrieron que una especie de sopa de cereales, sometida a calor excesivo, adquiría una consistencia que permitía transportarla por largas travesías sin que se deteriorara en el trayecto.
Los asirios dejaron testimonio de los primeros hornos, hechos con recipientes de barro que, colocados boca abajo, tapaban porciones de una pasta espesa de cebada, trigo y agua. Alrededor del recipiente se colocaban brasas o piedras calientes.
En la tumba del faraón egipcio Ti, de la V Dinastía, unas pinturas muestran a un obrero que atiza el fuego de un horno donde se cuecen unas galletas. Pero es en Grecia donde los "dipyres" o panes cocidos dos veces, firman realmente el nacimiento de la galleta.
Las legiones romanas llevaban dentro de sus provisiones unos panes duros, cocidos dos veces, que les servía para afrontar las largas caminatas y combates. La galleta adquirió entonces una reputación de alimento menor y vulgar.
En la Edad Media se comen como pasabocas los "olvidados", unas porciones crocantes de masa de cereales que sufrían varias cocciones y sobraban de la preparación del pan. El origen de la palabra galleta en inglés y francés (biscuit) se remonta a esta época y viene de la expresión latina "bes quis", que quiere decir "cocido dos veces".
También se hacían galletas en casa cortando trozos de la parte interior de un pan y rociándolos con un poco de aguardiente para pasarlos nuevamente al horno. Esas galletas eran hechas para acompañar los licores.
Con el renacimiento, la galleta asciende a las cortes europeas acompañadas de sabores y aromas, por medio de Catalina de Médicis, quien llevó a la corte de Francia, en 1533, sus pasteleros florentinos. Desde entonces, las galletas dulces o saladas son cada vez más variadas y a veces aromatizadas con café, vainilla, chocolate, coco, anís, o rellenas de mermelada o de frutas secas o frescas.
Con el paso de los siglos, las nuevas y sabrosas galletas fueron siendo más populares, al mismo tiempo que la pericia de los reposteros subía y el precio de las materias primas bajaba. A finales del siglo XVIII y comienzos del XIX comienza en Europa la producción masiva de galletas y la posterior industrialización de los procesos.